Vivo en una tierra muy dada a dichos y refranes. Una tierra dura, áspera, fría.. pero con gente muy noble que siempre va de frente. Un lugar maravilloso pero un lugar en el que también hay gente arrogante, prepotente, vocer@s… y por suerte también hay (y mucha) gente humilde, trabajadora y sabia.
La gestión de las personas, la gestión de los egos, del orgullo ha sido siempre uno de los grandes temas de estudio de los psicólogos. Tenemos que ser conscientes de que no somos tan buenos como creemos pero siempre podemos ser mejor de lo que somos. El ser auténtico, coherente, solidario y humilde es uno de los grandes logros de nuestro autoconocimiento.
Nuestra Marca Personal se basa en la autenticidad, en sumar, en aportar sin esperar nada a cambio. Ese trabajo sobre nuestro desarrollo, sobre nuestra búsqueda interior va a hacer que nos planteemos cosas que hace un tiempo no muy lejano nos nublarían la vista.
Ser consciente de cuando tienes que dar ese paso, de cuando suavizar, de cuando correr es fundamental en nuestra autogestión. Y también ser consciente de cuando tenemos (y debemos) dar un paso atrás. Nuestra gestión, nuestros pensamientos, nuestros conocimientos son los que hacen que más tarde o más temprano demos el paso y sepamos coger las riendas de nuestro desarrollo y de nuestros objetivos.
Arrogantes y prepotentes son bienvenidos y según busquen y se pregunten verán posiblemente la magnitud de su error, de su actuación equivocada. El tiempo pone a cada uno en su sitio y cuando se cae la fachada, el muro, el envoltorio es cuando realmente se ve la persona o al personaje que hay detrás.
Saber como gestionar nuestras competencias y capacidades es lo que hace que podamos crecer y avanzar. El ego, que no la arrogancia, a ciertas dosis es bueno. Ese ego que puede hacernos más competitivos con/contra nosotros mismos, nos puede hacer ser más eficaces, ser más productivos y plantearnos unas metas que marcarán nuestros objetivos, nuestras finalidad y nuestra competencia profesional. Este ego es lo que hace que nuestras habilidades y nuestros hábitos estén orientados a un fin determinado sin olvidarnos que la humildad nos marca en nuestra actividad diaria. Mientras que la arrogancia, la soberbia y el egocentrismo nos reduce a la mínima esencia.
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